
Claves para la práctica de disolución de egrégores
Glenda González
Para disolver un egrégor o forma de pensamiento, primero es necesario reconocerlo y luego meditar en su disolución. Sentarse tranquilo y relajado, hacer una oración, pedir intervención divina y luego envolver en luz la idea, creencias o hábitos que hemos convertido en un egrégor negativo, es el ejercicio básico de disolución.
Una clave a tener en cuenta para realizar con éxito la disolución de elementales, es la respiración. Durante el ejercicio nuestra respiración debe ser profunda y lenta. Inspirando, reteniendo y expirando el aire por la nariz. Ello puede acompañarse por visualizaciones y frases que hagan alusión a la luz, al amor, al bien y a los planos elevados.
Las imágenes de los elementales que puedan aparecer durante el ejercicio deben ser llevadas a la luz con suavidad y amor pero con firmeza, no con rabia y menos con expresiones negativas. Si se hace difícil ver alguna imagen, no importa, se continúa el ejercicio con la convicción de que de alguna u otra manera percibiremos lo que está pasando: por audición, tacto, intución, sueños u otro mecanismo que esté a nuestro alcance.
No es necesario agotarse con las prácticas de disolución. Podemos continuar en otro momento, además un ejercicio muy intenso puede ser contraproducente y hasta causar daños en nuestra anatomía sutil. Cada persona encontrará su propio ritmo, lo importante es la perseverancia.
Una clave a tener en cuenta para realizar con éxito la disolución de elementales, es la respiración. Durante el ejercicio nuestra respiración debe ser profunda y lenta. Inspirando, reteniendo y expirando el aire por la nariz. Ello puede acompañarse por visualizaciones y frases que hagan alusión a la luz, al amor, al bien y a los planos elevados.
Las imágenes de los elementales que puedan aparecer durante el ejercicio deben ser llevadas a la luz con suavidad y amor pero con firmeza, no con rabia y menos con expresiones negativas. Si se hace difícil ver alguna imagen, no importa, se continúa el ejercicio con la convicción de que de alguna u otra manera percibiremos lo que está pasando: por audición, tacto, intución, sueños u otro mecanismo que esté a nuestro alcance.
No es necesario agotarse con las prácticas de disolución. Podemos continuar en otro momento, además un ejercicio muy intenso puede ser contraproducente y hasta causar daños en nuestra anatomía sutil. Cada persona encontrará su propio ritmo, lo importante es la perseverancia.
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