
Por: Glenda González
Nos hallamos actualmente en una época compleja. Se habla de tiempos de transformación y fuertes cambios para la humanidad.
Nos hallamos actualmente en una época compleja. Se habla de tiempos de transformación y fuertes cambios para la humanidad.
Desde variados puntos de vista -esotéricos, científicos y espirituales- mucho se comenta sobre lo que representó el año 2012: considerando las profecías del Calendario Maya, el cambio de polos terrestres, el cambio climático, la ascensión de la tierra, canalizaciones de guías espirituales y maestros ascendidos, incluyendo versiones apocalípticas relatadas en libros y hasta en películas.
Hay escépticos que en nada creen, hay quienes ven las señales del fin en la crisis y fenómenos naturales que se están experimentando en muchas regiones del planeta. Otros expresan que transitamos hacia un mundo mejor; para algunos los cambios y la ascensión son internos, y por tanto, netamente vibracionales.
No hay verdades absolutas, ni certeza alguna acerca lo que realmente ocurrirá, salvo que las crisis -internas o externas- son reales.
Los seres humanos estamos experimentando los cambios según el nivel en el cual vibramos y la dimensión en la cual nos movemos. Para los más físicos o materiales, la experiencia es física, para los más sensitivos o psíquicos, es astral, astromental o psicoemocional. “Todo es según el color del cristal con que se mire”.
No obstante, todos estamos siendo afectados por las nuevas energías que impulsan a alinearnos con el paso de la tierra de una dimensión a otra (la ascensión), hecho que ocasiona fuertes agitaciones del astral planetario.
Tales agitaciones son causa del temprano despertar psíquico en personas no preparadas para ello. También se vivencian sueños premonitorios, pesadillas, alteraciones emocionales, problemas de pareja, de dinero, de trabajo, de salud y en general, crisis en todos los ámbitos.
Vivimos una especie de fusión entre la tercera y la cuarta dimensión, el mundo físico que conocemos y el mundo surrealista donde cohabitamos vivos, desencarnados, elementales, egrégores y toda las formas de pensamiento creadas por humanos y no humanos.
Las consecuencias de tal congestión derivan en problemas de todo tipo, tanto a nivel personal, de país y planetario.
Aunque las apariencias parecen mostrarnos un mundo en acelerada degeneración, tales manifestaciones solamente nos invitan a iniciar un proceso de depuración, por lo que todo aquello que se nos presenta como problema, solamente exige nuestra atención para una definitiva solución.
¿Qué hacer entonces? Es necesaria mucho discernimiento para identificar las causas de los problemas, buscando el origen en nuestra propia energía y en el manejo inconsciente que hacemos de ella.
Es preciso ver hacia dentro de nosotros a través de autoanálisis, autocrítica y el despliegue de un fuerte trabajo de crecimiento interno, espiritual. Sólo que las acciones de hoy deben ser más apresuradas que antes, pues queda poco tiempo para ponerse a tono.
Y aún cuando gran parte de la humanidad parece seguir dormida y sumergida en el inconsciente colectivo, generando más y más negatividad, el reto del trabajador espiritual es reconocer y revertir las propias creaciones y manifestaciones oscuras para poder llevarlas a la luz.
Hay escépticos que en nada creen, hay quienes ven las señales del fin en la crisis y fenómenos naturales que se están experimentando en muchas regiones del planeta. Otros expresan que transitamos hacia un mundo mejor; para algunos los cambios y la ascensión son internos, y por tanto, netamente vibracionales.
No hay verdades absolutas, ni certeza alguna acerca lo que realmente ocurrirá, salvo que las crisis -internas o externas- son reales.
Los seres humanos estamos experimentando los cambios según el nivel en el cual vibramos y la dimensión en la cual nos movemos. Para los más físicos o materiales, la experiencia es física, para los más sensitivos o psíquicos, es astral, astromental o psicoemocional. “Todo es según el color del cristal con que se mire”.
No obstante, todos estamos siendo afectados por las nuevas energías que impulsan a alinearnos con el paso de la tierra de una dimensión a otra (la ascensión), hecho que ocasiona fuertes agitaciones del astral planetario.
Tales agitaciones son causa del temprano despertar psíquico en personas no preparadas para ello. También se vivencian sueños premonitorios, pesadillas, alteraciones emocionales, problemas de pareja, de dinero, de trabajo, de salud y en general, crisis en todos los ámbitos.
Vivimos una especie de fusión entre la tercera y la cuarta dimensión, el mundo físico que conocemos y el mundo surrealista donde cohabitamos vivos, desencarnados, elementales, egrégores y toda las formas de pensamiento creadas por humanos y no humanos.
Las consecuencias de tal congestión derivan en problemas de todo tipo, tanto a nivel personal, de país y planetario.
Aunque las apariencias parecen mostrarnos un mundo en acelerada degeneración, tales manifestaciones solamente nos invitan a iniciar un proceso de depuración, por lo que todo aquello que se nos presenta como problema, solamente exige nuestra atención para una definitiva solución.
¿Qué hacer entonces? Es necesaria mucho discernimiento para identificar las causas de los problemas, buscando el origen en nuestra propia energía y en el manejo inconsciente que hacemos de ella.
Es preciso ver hacia dentro de nosotros a través de autoanálisis, autocrítica y el despliegue de un fuerte trabajo de crecimiento interno, espiritual. Sólo que las acciones de hoy deben ser más apresuradas que antes, pues queda poco tiempo para ponerse a tono.
Y aún cuando gran parte de la humanidad parece seguir dormida y sumergida en el inconsciente colectivo, generando más y más negatividad, el reto del trabajador espiritual es reconocer y revertir las propias creaciones y manifestaciones oscuras para poder llevarlas a la luz.
“El proceso del ahora es el proceso del Espíritu, el proceso del Alma.”John-Roger
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